viernes, 2 de marzo de 2012

Un mes



Un mes desde que te fuiste, y parece una eternidad.
Sigo contando contigo, a cada instante.
No estoy en la nube. Ordeno nuestros últimos momentos.
Ya empiezo a adaptarlos a un orden narrativo.
Hoy he hablado de esos momentos.
Teresa me ha llamado y he explicitado cosas que ni siquiera había pensado.
Si no hubiera sido por esa neumonía que te quitó los últimos pulsos de vida, hoy seguirías en casa. Yo te llamaría y me desearía las buenas noches, o estaría llegando a tu lado para pasar el fin de semana contigo.
Siempre creemos que mañana haremos esto o aquello.
Nos parece que es predecible parte de nuestro futuro inmediato.
A algunos se les cruza algo en el camino. Tienen un accidente.
Si te hubieran dado de alta a tiempo. Si esos días no hubieran sido festivos y hubieras tenido continuidad en las personas que se hacían cargo de ti. Si...
Pero ocurrió.
No tenías las defensas a tono.
Ya te costaba quitarte las últimas infecciones.
Tu sistema inmunológico se quedaba a mínimos.
Sacabas agallas de la nada.
No te bastaron.
Soy una huérfana con casi sesenta años.
Hubiera querido tenerte siempre.
Una vez te lo dije.
Me miraste con esa cara de verdad propia de los momentos aparentemente intrascendentes.
Estábamos en la calle.
Tengo en mi memoria ese instante.
Muchos más aflorarán.
¡Mamá!
Nunca tendré tu mirada.
Nunca tu gesto.
Las imágenes que me rodean, de las muchas fotografías que te he ido haciendo, no tienen alma.
Se han vaciado como tu cuerpo que en sepulcro se está descomponiendo.

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