martes, 28 de febrero de 2012

Se me ha parado el reloj de los días

Se me ha parado el reloj de los días.

Dos meses que no siento pasados.

Me quedé en las vísperas del fin de año, con tu cuerpo doliente.

No tengo la certeza de tu ausencia, aunque vi tu cuerpo yaciente.

¿Cuánto tiempo pasará hasta que sepa que tú ya no estás?

Miraré el calendario y arrancaré sus hojas.

Mal hadado año bisiesto.

Cuando se anunciaba el festejo de unas navidades en compañía familiar, pensaba equivocada que contigo las iba a disfrutar.

Que nos encontraríamos de nuevo en tus recuerdos.

Que te podría cuidar.

Cuando llegué a tu lado, ya estabas en el hospital.

En la 506.

En el retorno a tu fin se te instaló en la 606.

No congeniabas con las compañías.

Estabas contrariada y dolida.

Decepcionada veías que la vida te la estaba jugando.

Tu mente se enredó en extravío.

Arrancando desde esa noedad los cables que te podían salvar.

Ya no querías vivir.

Decidiste que había llegado el fin.

Tantos cambios de personal, por ser días festivos, te llevaron a desconfiar.

Pagaste desaciertos y errores.

Tengo la sensación de que se les fue de las manos.

No hay culpables, hay ignorantes y un sistema sectorizado que no globaliza las situaciones reales de enfermos que tiene a su cuidado.

Es posible que no hubieras llegado al final del otro año.

Te tuvimos que dejar en sus manos.

En casa no había forma de afrontar tu mal.

Impotente, te arrimé a mi cuerpo, viendo que no había otra que llamarlos y dejar que intentaran sacarte de esa.

Hubieras seguido con nosotros un tiempo, a no ser por esa infección respiratoria que te regaló la hospitalización y la flojera de tu cuerpo.

Te sacaron del atolladero muchas veces.

Estábamos pendientes, unos y otros, no dejándote sola y mirando tus reacciones.

Se te arrancó de las garras de la parca, pero ella vino a cobrar su deudo.

Unos días de prórroga.

Ahora estás en un no lugar al que no puedo alcanzar, pero mi mente te recrea en cada uno de mis pensamientos y te sabe.

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