lunes, 9 de enero de 2012

Reconocerse


Atravesamos muros, deshojando calendarios mes a mes.
Escuchamos ecos asistentes al testimonio de nuestro paso.
Estamos ocultos a los ojos que no orientan su alma hacía nosotros, pasando de largo sin parar cuenta en nuestra presencia, obviando un gesto necesario para conformar el sentir de lo humano.
Es posible que este tiempo nos haya dado casas mejores, a los que las disfrutamos, y recursos que nos hacen más placentera la vida, pero hemos perdido ese gesto y mirada de reconocimiento.
Así la soledad, cadalso de la mayor parte, que en la noche cierra su puerta sin tener a nadie a quien dar las buenas noches, y en el despertar los buenos días.
Seres que arrastran sus pies en el nuevo amanecer de días similares.
Deberíamos celebrar el nuevo día en cada uno de ellos, abriendo las ventanas al mundo que nos rodea.
Saludando a aquellos y aquellas que se cruzan en nuestro camino.
La masificación hace que cruzarnos unos con otros, indistintamente, limite nuestra capacidad de reconocimiento y sorpresa.
Realmente, querer saber del otro o la otra.
Escucharle, cuando quiere explicarse sobre sus cosas.
Que no se las coma a solas.
Reconocerse como similares. Habitantes de un tiempo y lugar.
Todos abocados a un final.

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